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Conversando con Dios

¿Qué es orar?

La respuesta automática a esta pregunta es “Orar es hablar con Dios”. Nuestra ligereza de pensar que orar es simplemente hablar con Dios nos ha llevado a convertir la oración en una costumbre de poca práctica entre los cristianos. Estadísticamente, los cultos de menor asistencia en las iglesias son los de oración.

Quiero proponerte que hablemos menos y conversemos más con Dios. Aunque “hablar” y “conversar” en ocasiones pueden utilizarse para expresar el acto de comunicarse, cuando analizamos estos dos verbos/acciones nos damos cuenta que existe una gran diferencia entre “hablar” y tener una “conversación”.

“Hablar” por lo general se refiere a una comunicación de una vía. Por ejemplo, uno habla, los demás escuchan. En cambio, “Conversar” enfatiza específicamente la comunicación de dos vías. Implica un intercambio de ideas, pensamientos, sentimientos donde ambas partes participan activamente en la comunicación.

–  Hablar con Dios, es solo decirle a Dios todas nuestras necesidades.

– Hablar con Dios, nosotros hablamos y Dios escucha.

En cambio, conversar con Dios da espacio para que Él nos muestre “el cómo y por qué” de las cosas. Conversar con Dios, es hacer silencio para que Él responda nuestras preguntas.

Jesús nos modeló una vida de oración para que nosotros también la practiquemos diariamente. A Jesús le gustaba estar a solas con Dios. Marcos 1:35 NVI dice: “Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario donde se puso a orar”. Jesús tenía como costumbre ORAR. Él vino al mundo para mostrarnos cómo vivir en obediencia y conectado al Padre. Lucas 22:39 NTV dice: “Allí les dijo: «Oren para que no cedan a la tentación»”.

ORAR debería ser como respirar para nosotros. NUESTRA VIDA DE ORACIÓN NO DEBE DE DEPENDER DE UN CULTO O DE UN EDIFICIO. Querer sujetar nuestra vida de oración a un lugar o día de semana es una costumbre que NO debemos adoptar.

1 Tesalonicenses 5:17 NTV dice: “Oren en todo tiempo”. Nosotros podemos y debemos orar en todo lugar y en todo tiempo.

Los apóstoles adoptaron la costumbre de Jesús de orar. En el libro de los Hechos, ellos oraban en las casas, en el templo y en la cárcel. Si los apóstoles pensaron que valía la pena orar, nosotros también debemos hacerlo. ORAR debe ser una conversación diaria con Dios en donde le expresamos todo lo que hay en nuestro corazón.

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